Queridos hermanos y amigos:
Toda persona consciente y responsable, cuando inicia una nueva etapa en su vida, intenta hacer un recorrido por su pasado e imaginar y programar positivamente su futuro, para tratar de evitar los errores habidos en el pasado y seguir luchando por aquello que ha sido más positivo.
También nosotros como personas y como cristianos, al final de cada año, hemos de hacer una especie de examen o revisión, de balance de nuestra vida, para conocer donde nos llegamos y por donde seguir caminando, para comprobar por qué luchamos, lo que vamos consiguiendo y aquello que aún nos falta y que hemos de conseguir en el futuro. Con esta actitud queremos comenzar este nuevo año.
Tal vez tenemos que reconocer que, como creyentes, hemos dejado que las llamadas del ambiente laicista en que nos movemos están haciendo verdadera mella en nosotros; que la fe nos preocupaba más antes que en el momento actual; que la familia, nuestra propia familia, se ha relajado de tal manera que los verdaderos y auténticos valores humanos no parecen vividos en ella; que los valores cristianos ya no son la norma principal de nuestra conducta, ni de nuestras familias, ni de nuestra sociedad.
Seguro que tenemos que reconocer que no estamos de acuerdo con muchas cosas que se están dando en nuestra vida y en nuestra sociedad: el poco respeto a las personas, el paro que está haciendo estragos en tantas personas y familias, la infravaloración de la vida de los no nacidos, la poca valoración de Dios y de la fe en Él.
Hay muchas cosas que al final de una etapa de nuestra vida, como es la terminación de un año y el comienzo de uno nuevo, podemos echar de menos y otras con las cuales no estamos de acuerdo.
Es un verdadero reto por el que luchar y desde el que plantearnos la nueva etapa de nuestra vida que se nos abre con el comienzo del nuevo año.
Un nuevo año es una nueva oportunidad que la vida nos brinda como personas y que Jesús nos ofrece como sus seguidores.
Un nuevo año es una nueva oportunidad para recuperar aquellos aspectos importantes de la vida que hemos ido dejando pasar y que echamos de menos porque los necesitamos. Un nuevo año es y significa una nueva llamada desde nuestra fe y nuestra identidad de cristianos a hacer que Dios sea quien dirija nuestra vida; a dejarnos interpelar por su mensaje y su estilo de vida; a encarnar todas esas actitudes que hemos descuidado con el paso del tiempo; a recuperar la brújula de nuestro destino y ser conscientes y vivirlo como tal, de que somos peregrinos hacia otra patria definitiva.
Un año nuevo es una nueva llamada a recuperar la dirección de nuestra lucha en la vida, enmendando dicha dirección en pro de los valores auténticos y fundamentales; luchando por la consecución de aquellos que hemos dejado escapar, o que otros se empeñan en que no aparezcan en la vida del hombre actual o en la sociedad en que vivimos.
Un año nuevo es una llamada a la renovación, a empezar de nuevo con nuevos planes, nuevas energías y nuevo vigor para evitar en nuestra vida lo que vemos que nos ha salido mal y potenciar todo aquello que ha sido positivo y es bueno en nuestra vida.
Comencemos este nuevo año así de ilusionados y dispuestos a luchar por lo que creemos fundamental y necesario desde nuestro ser personal y desde nuestra identidad de cristianos y seguidores de Jesús
¡Feliz año nuevo para todos!