Hoy celebramos las Témporas de acción de gracias y petición, un tiempo para la acción de gracias y la petición que la comunidad cristiana ofrece a Dios, terminadas las vacaciones y la recolección de las cosechas, al comenzar la actividad habitual. Son una ocasión que presenta la Iglesia para rogar a Dios por las necesidades de los hombres, principalmente por los frutos de la tierra y por los trabajos de los hombres, dando gracias a Dios.
Comenzamos el curso y celebramos estas témporas que pueden alargarse a tres días. Ha terminado el verano y en algunos lugares, la vendimia temprana también ha acabado ya. Se nota ya mucho cómo se han acortado los días. Y es que las circunstancias temporales nos disponen fácilmente a una celebración de la fe: para agradecer tantos dones recibidos (en el caso agrícola), de pedir por el nuevo año (para gran parte de nuestra sociedad de servicios), para disponernos todos en actitud de conversión a reiniciar con alegría la rutina de nuestra vida.
Todo lo humano toca a Cristo resucitado. Él abre caminos de encuentro. Trato de decir que no hay una mirada natural (pagana) de las cosas sobre la que hemos añadido una visión religiosa por la cual elevamos acciones de gracias a Dios, o pedimos por el nuevo curso o acogemos una llamada a la conversión. Como si esa parte religiosa fuera algo superpuesto, y resultara algo falso. Más bien lo contrario. Todo lo humano, los tiempos, sus frutos, la mirada sobre él, nuestras planificaciones, abre a la transcendencia. Y hace que, incluso no creyentes, al mirar en lo profundo lo que están viviendo en su propio tiempo, comiencen a valorar la presencia de Dios, que todo lo sustenta. Dice el salmo “enséñanos a calcular nuestros años para que adquiramos un corazón sensato” (Sal 89,12).
Todo lo humano toca a Cristo resucitado. Él abre caminos de encuentro. Trato de decir que no hay una mirada natural (pagana) de las cosas sobre la que hemos añadido una visión religiosa por la cual elevamos acciones de gracias a Dios, o pedimos por el nuevo curso o acogemos una llamada a la conversión.
Con ocasión de estas témporas al comienzo del curso pastoral, pedimos que el Señor dé a todas las personas de nuestra diócesis, una mirada profunda que valore todo lo recibido en el verano, en tiempo de cosechas y de campaña estival. Que les haga elevar los ojos y el corazón al cielo por tantos bienes recibidos. Que esa acción de gracias les acerque más a Cristo que ha quedado ofreciendo siempre su acción de gracias entregándonos su vida.
También pedimos al Señor de todo que, en la variedad de nuestras tareas (agrícolas, educativas, industriales, de acompañamiento…), haga prósperas las obras de nuestras manos. Que donde aparezca nuestro esfuerzo, acompañe también su gracia, para que todo quede preñado de su presencia y podamos descubrirle de manera cotidiana.
Y, por último, pedimos que esa mirada que nos regala transforme también nuestro corazón. Así de dentro afuera irá transformando nuestro mundo. Arrepentidos de nuestros pecados acojamos con alegría la llamada de conversión para reiniciar nuestras responsabilidades más centrados en Cristo y en su manera de vivir.
Por Jaime Quiralte Tejero