Este domingo 29 de mayo, día de la Ascensión, celebramos la LVI Jornada Mundial de las Comunicaciones Sociales, este año con el lema «Escuchar con los oídos del corazón».
«Escuchar con los oídos del corazón» es el mensaje que se nos transmite en la LVI Jornada Mundial de las Comunicaciones Sociales. El año pasado, el mensaje para esta jornada se centraba en «ir y ver» para comunicar «encontrando a las personas donde están y como son». Este año el Papa ha querido seguir profundizando en una tarea muy humana y, por eso, también divina. Empieza a desarrollar el Papa el mensaje mostrando la necesidad que tenemos de que otros nos escuchen, nos atiendan y entiendan. No se puede querer sin escuchar y, antes, no se escucha a quien no se quiere. Por eso, tenemos un «deseo ilimitado de ser escuchados», porque el amor no tiene límites. «La escucha, en el fondo, es una dimensión del amor».
Es la relación de diálogo que establece Dios con toda la humanidad y que va más allá de una simple escucha mecánica o de una percepción acústica porque cuando escuchamos a otro nos introducimos, de alguna forma, en toda su vida. En la escucha se establece un diálogo profundo con el otro. Dice el Papa que «la escucha corresponde al estilo humilde Dios. Es aquella acción que permite a Dios revelarse como Aquel que, hablando, crea al hombre su imagen, y, escuchando, lo reconoce como su interlocutor. Igual que Dios inclina su oído, nosotros tenemos un permanente examen de conciencia en cómo escuchamos al otro: «Prestando atención a quién escuchamos, qué escuchamos y cómo escuchamos podemos crecer en el arte de comunicar». Por eso, también Dios, para comunicarse a los hombres, ha escuchado su clamor, sus sufrimientos, sus anhelos y sus esperanzas.
No se puede querer sin escuchar y, antes, no se escucha a quien no se quiere
Lo primero es escucharnos a nosotros mismos, lo más íntimo de nuestro ser, los anhelos más profundos que no son otros que «estar en relación con los otros y con el Otro. No estamos hechos para vivir como átomos, sino juntos».
Se puede también falsear la escucha, buscando los propios intereses en un monólogo traidor o queriendo entrar en la intimidad del otro sin permiso.
Por eso, es la escucha del otro para que existe una buena comunicación: «no existe buen periodismo sin la capacidad de escuchar. Para ofrecer una información sólida, equilibrada y completa».
No solo escuchar nuestra intimidad, también escuchar a la sociedad con paciencia, con sinceridad; escuchar las necesidades para «ablandar la dureza de nuestro corazón». Por supuesto, escucharnos en la Iglesia. «Es el don más precioso y generativo que podemos ofrecernos los unos a los otros» porque «quien no sabe escuchar al hermano, pronto será incapaz de escuchar a Dios».