Comenzamos la Cuaresma, cuarenta días que nos llevan a la Pascua y que se percibirán en la vida exterior y en la vida interior. Con cinco palabras, nos preparamos para vivir el camino cuaresmal.
Hoy iniciamos el camino de la Cuaresma con el popular Miércoles de Ceniza. El pueblo de Israel acostumbraba a cubrirse la cabeza con ceniza como signo de contrición o preparativo para un acontecimiento relevante. Los cristianos retomaron este signo como manifestación del arrepentimiento de los pecadores públicos que expresaban su dolor para ser reconciliados en la mañana del jueves santo. A partir del siglo XI, la Iglesia romana asume esta costumbre para todos los fieles.
El pueblo de Israel necesitó una prolongada estancia en el desierto para ser consciente de la liberación
Durante el ciclo litúrgico C, la Iglesia nos invita a emprender un itinerario espiritual de la mano de san Lucas. También los textos de los cuatro primeros domingos de cuaresma mantienen la impronta lucana. De este modo, se establece un itinerario de preparación en que se nos recuerdan algunos puntos fundamentales para celebrar la Pascua que concretamos en cinco palabras:
1. Desierto: la primera experiencia en el desierto es la desorientación, no hay señales ni caminos. Lo mismo ocurre en determinados tiempos de nuestra vida en los que Dios también se hace presente conduciéndonos a la santidad. El episodio de las tentaciones nos invita a reconciliarnos con los reveses que no hemos elegido, la fragilidad, la prueba e incluso la tentación. No es el demonio, sino el Espíritu, el que empuja a Jesús al desierto.
2. Luz: La transfiguración es un acontecimiento de luz en que se nos recuerda la victoria a la que hemos sido llamados. Solo haciendo memoria de los momentos luminosos podremos afrontar la cruz que se nos muestra en forma de crisis.
El pueblo de Israel acostumbraba a cubrirse la cabeza con ceniza como signo de contrición o preparativo para un acontecimiento relevante
3. Conversión: El tercer domingo nos presenta una invitación enérgica a la conversión. Cada día es una nueva oportunidad para retomar nuestra respuesta al amor de Dios. Quizá esta cuaresma sea la ocasión para plantearnos en serio nuestra propia santidad.
4. Misericordia: Ante la propuesta de cambiar nuestra vida tenemos la tentación de hacer muchas cosas y, por otro lado, nos damos cuenta de que nunca alcanzamos el listón que nos propusimos. La parábola del Padre bueno nos recuerda como la conversión no es otra cosa que regresar a los brazos de un Padre que de ningún modo merecemos.
5. Humildad: «Quien esté libre de pecado tire la primera piedra». Reconocer nuestra propia fragilidad produce en nosotros un cambio de mirada hacia el prójimo que se llena de ternura ante la miseria de los demás.
El pueblo de Israel necesitó una prolongada estancia en el desierto para ser consciente de la liberación que Dios le había concedido. También cada cristiano necesita volver a apropiarse de la libertad recibida en el bautismo. ¡Ese es el objetivo del itinerario cuaresmal!
Por Ángel Moreno Mayoral