El 11 de febrero, festividad de Ntra. Sra. de Lourdes, celebramos la Jornada Mundial del Enfermo. Una jornada que se celebrará también el próximo 22 de mayo, con la Pascua del Enfermo. En este artículo, Francisco Guerrero, delegado de Pastoral de la Salud en nuestra diócesis, nos habla sobre «acompañar en el sufrimiento».
Acompañar a quienes sufren como consecuencia de la enfermedad es una obra de misericordia y una finalidad fundamental en la Pastoral de la Salud. Por ello, la campaña del enfermo, que transcurre entre el 11 de febrero y el VI domingo de Pascua (22 de mayo) de este año 2022, pone de nuevo el acento en la importancia de «acompañar en el sufrimiento».
Acompañar a quienes sufren como consecuencia de la enfermedad es una obra de misericordia y una finalidad fundamental en la Pastoral de la Salud
Desde este supuesto comparto mi experiencia en el hospital de Ciudad Real, recuperando la memoria de un «encuentro agradecido».
Paso a la habitación donde está María (nombre ficticio) en una visita ordinaria. Ha pedido la comunión. Antes de entrar veo al hermano que está ese fin de semana con ella. Me dice que han vuelto porque María tiene una celulitis en la mano que les está costando controlar. María está muy baja de defensas. Me sorprende su estado físico. Tiene la cabeza rapada y su expresión es especialmente triste. La saludo. Entablamos una larga conversación sobre su estado y sobre la situación familiar. Ha tenido que dejar a los niños con los abuelos. Son pequeños y recordarlos le produce mucha nostalgia. Hago silencio. Sus padres son mayores y conocen la gravedad de la enfermedad porque ella se lo ha contando poco a poco. Creo que es mejor así, dice María. Por lo que veo en el hospital estoy de acuerdo contigo, contesto. La experiencia de los silencios sobre la enfermedad entre los enfermos y sus familiares generan mucha angustia en ambas partes. Es el llamado «pacto de silencio», no siempre fácil de gestionar.
Es necesaria mucha empatía para acompañar a los enfermos
Continuamos hablando un buen rato, ahora de sus gustos y aficiones. En un momento amplío la conversación recordándole que es una mujer creyente. Creo que me entenderás, le digo. Hay muchas personas buenas a tu lado. María hace un repaso verbal de su familia y del personal sanitario que la atiende. Estoy convencido, continúo, de que Dios te está ayudando en ellas. A veces lo buscamos sin saber cómo acudir a él y se nos pasa por alto lo cerca que está. María asiente y expresa su agradecimiento. Terminamos rezando juntos. Le doy la comunión. María, me alegro de haber compartido contigo este rato. Hasta mañana. Ella queda en silencio en actitud de oración. Con la mirada me dice: De acuerdo.
He procurado transcribir lo mejor posible esta visita a la que llamo «encuentro agradecido». Es verdad que no es fácil aguantar el tipo cuando te encuentras con una persona tan «despierta» como María. Sin embargo, son enfermos así los que nos llevan de la mano para que la respuesta no sea rutinaria, sino que se acerque lo más posible a la realidad global (holística) de la persona a quien visitas. Es necesaria mucha empatía para acompañar a los enfermos. La consolación, si es sincera, lleva implícita la actitud de «pisar el mismo suelo» de la persona que sufre. Una de las preocupaciones de los capellanes en el mundo del hospital es la de saber confortar al enfermo y a su familia, y saber hacerlo con discreción. Saber entrar en la habitación, saber estar, y saber salir. Aunque el enfermo vaya a ser dado de alta ese mismo día, debemos tratar con él como si fuese no la última, sino la penúltima visita. De tal forma que lo que digamos o hagamos siempre forme parte de un «proceso abierto»: el acompañamiento de quien pide la atención religiosa en el hospital.
Por Francisco Guerrero González