XXII Marcha de Adviento: «Dios es el mejor regalo»

«Un regalo que espera» fue el lema de la XXII Marcha de Adviento que se volvió a celebrar de manera presencial el pasado 27 de noviembre. Las localidades de Bolaños y Almagro recibieron a más de 500 jóvenes que comenzaron juntos el Adviento.

Por la mañana, los jóvenes llegaron al castillo de Doña Berenguela en Bolaños, donde tuvo lugar la acogida de todos los participantes, que comenzaron después las actividades con dos talleres que se iniciaban con la oración. El primer taller consistió en explicar la actividad de la marcha a lo largo de veintidós años, repasando los encuentros con testimonios de jóvenes que habían participado en otras marchas y con aquellos que iban por primera vez. Por otro lado, el vicario de Pastoral, Luis Eduardo Molina, se dirigió a los jóvenes con una charla en la que explicó cómo se puede entender la vida como regalo, poniendo el ejemplo del corazón «como órgano que recibe para dar, que no produce, pero transmite y hace que otros vivan».

Por la tarde continuó el trabajo con cuatro actividades más. En ellas, los jóvenes pudieron escuchar cómo distintas personas en situaciones complicadas entienden su vida como un regalo. Enfermos, ancianos y una persona en prisión se dirigieron a los participantes explicando su situación y la comprensión de su vida como un don a pesar de las dificultades.

Antes de iniciar la marcha caminando hacia Almagro, se presentó a los jóvenes la Peregrinación Europea de Jóvenes que tendrá lugar en Santiago de Compostela entre el 3 y el 7 de agosto y la próxima Jornada Mundial de la Juventud que se celebrará en Lisboa en 2023.

El regalo de la vigilia

Tras la caminata hacia Almagro, el medio millar de jóvenes llegó al templo de Madre de Dios, donde tuvo lugar la vigilia de oración, una de las actividades más esperadas por los participantes en la marcha cada año.

En torno a la idea del regalo, la vigilia fue un momento intenso de oración y silencio, con la adoración al Santísimo y las reflexiones de un joven, un matrimonio y un seminarista, acompañadas de los cantos de la coral diocesana.

El obispo, don Gerardo Melgar, presidió la celebración. Se dirigió a los jóvenes hablando en torno al lema de la marcha, a la idea del regalo. «Todo lo que somos y tenemos es un regalo de Dios», dijo, repasando las gracias que hemos recibido. «Es el Señor el que nos ha dado la vida […] Es Dios quien nos ha dado todas nuestras cualidades, es a él al que se lo debemos», por lo que nuestra actitud, dijo a los jóvenes, ha de ser la del agradecimiento.

En segundo lugar, habló de la familia como otro regalo, algo recibido que no merecíamos, «donde hemos aprendido todo, a amar, a perdonar. Donde nos hemos sentido acompañados […]. Ha sido la familia la que primero nos ha ayudado a descubrir a Dios».  
Como tercer regalo, don Gerardo habló de la fe, «uno no cree por muchos esfuerzos que haga, es Dios el que nos regala la fe». «Sin la fe de Dios nunca lograríamos crecer y avanzar en nuestra vida creyente. Es Dios el que se nos revela».

«No seríamos capaces de responder generosamente a su llamada, sea cual sea el camino al que nos llame, sino fuera por su gracia, por su ayuda».

La vocación fue el cuarto regalo que citó. «No seríamos capaces de responder generosamente a su llamada, sea cual sea el camino al que nos llame, sino fuera por su gracia, por su ayuda».

En definitiva, repitió el obispo, «todo lo que somos y todo lo que tenemos se lo debemos a Él. Dios ha sido quien nos ha regalado todo y, por eso, nuestras cualidades y nuestras formas de vivir, todo lo bueno que hay en nosotros, no debe ser motivo de orgullo, porque ha sido un regalo», dijo, y animó a los jóvenes a agradecer todos los dones a Dios: «Gracias, Señor, por todo lo que soy, por todo lo que tengo, porque me lo has regalado y todo proviene de ti».

Tras citar los dones que ofrece el Señor, explicó el mayor regalo de todos, Dios mismo, «que es el mejor regalo. Un regalo que nos hace sentir paz en nuestra vida ante tanto amor como Él nos tiene. Un regalo que da sentido a nuestra vida en todos los momentos, en los malos y en los buenos. Un regalo que da sentido a toda nuestra fe y a toda nuestra entrega, a Él y a los hermanos». Al mismo tiempo que Él se nos ofrece como el mejor regalo de esta Navidad, «nos llama para que abramos nuestro corazón porque quiere nacer en cada uno de vosotros, encarnarse en vuestra vida y en vuestro corazón […] Si lo dejamos entrar en nuestra vida nos sentiremos auténticamente felices».

Para concluir, hizo una llamada a todos los participantes en la marcha para que sean testigos del amor de Dios: «Si Dios es un regalo, Él quiere que nosotros seamos un regalo para los demás, que comuniquemos esa fe que nos ha dado, nuestra experiencia ante un Jesús que nos hace una llamada, siendo testigos suyos en el mundo, en la Iglesia, entre la familia, entre los amigos, testigos de fe y amor entre los nuestros».

El regalo de los testigos
 
Después de las palabras del obispo, se recibió el presente del Santísimo en el templo, que los jóvenes adoraron en silencio. Un joven dio su testimonio, explicando el regalo del amor de Dios: «A lo largo de mi vida me has ido cambiando por la acción de tu amor, me has ayudado a dejar atrás la vida de la soledad […] Fuiste cambiando mi corazón de piedra», dijo. Explicó cómo hay un paso adelante que han dado todos los jóvenes que estaban allí, querer a Dios, «quererte en todos los momentos, siempre quererte», dijo.

Después del joven, tras el silencio y un canto, un matrimonio habló ante el Señor y todos los jóvenes del regalo de la familia en nombre de todas las familias de Ciudad Real. Dieron gracias por conocerse, por su matrimonio, por los años compartidos y porque «siempre hemos podido sentirte cerca, entre los dos y en medio de nuestra familia».

«A lo largo de mi vida me has ido cambiando por la acción de tu amor, me has ayudado a dejar atrás la vida de la soledad»

Un seminarista se dirigió también al Señor para agradecer su vocación. Explicó cómo en una marcha de Adviento de hace años consiguió dar el paso para comenzar a discernir seriamente su vocación, describió los nervios que sintió para acercarse a un cura y explicarle que quizá el Señor quería que fuera sacerdote. «A veces me pregunto si no estaré soñando porque ¡es tan grande esto! Ahora veo que toda mi vida es un regalo […], pero sobre todo siento que el mayor regalo que me podías dar es este: la vocación sacerdotal», agradeció.

Una vez concluyeron los testimonios, el obispo dio la bendición con el Santísimo, terminando la vigilia de oración de una marcha distinta, de solo un día, que emplaza a los jóvenes a vivir la Navidad como un regalo preparándose durante el Adviento, agradeciendo a Dios el mayor don que se puede recibir, Dios mismo.