El 15 de octubre se cumplió un año del fallecimiento del obispo emérito de Ciudad Real, Antonio Algora.
Por este motivo, en esa fecha se celebró una misa en la catedral —donde yacen los restos de don Antonio— que presidió don Gerardo Melgar, obispo de Ciudad Real.
El obispo recordó unas de las últimas palabras que don Antonio escribió al actual obispo días antes de su muerte: «Estoy en las manos de Dios y dispuesto a aceptar lo que el Señor quiera de mí». Esto, explicó don Gerardo, es «una actitud y una frase que demuestra la gran confianza en la providencia divina y la gran confianza que tenía en el Señor».
Del mismo modo, recordó algunas frases que solía repetir el anterior obispo: «Dios es buen pagador» o «solo Dios sabe». Frases «que demuestran que fue una persona con una profunda y enraizada vida en Dios y en su voluntad», dijo don Gerardo.
Del mismo modo, recordó la alegría que tuvo siempre don Antonio, «que tenía en sus labios respuestas jocosas a las situaciones que se daban y que vivía su vida con alegría, como quien sabe que Dios le acompaña en todo momento en su vida, como persona, como cristiano, como sacerdote». Esta alegría «es con la que hemos de vivir todos los creyentes en Cristo», animó don Gerardo, que dijo que la celebración del primer aniversario de la muerte de don Antonio es una llamada a todos a vivir la fe con alegría y «con la confianza puesta siempre en el Señor, porque sabemos que Él es buen pagador».
Fue una persona con una profunda y enraizada vida en Dios y en su voluntad
Tras estos recuerdos, don Gerardo agradeció su testimonio de fe, «con la que vivió su vida cristiana, sacerdotal y episcopal. Por la confianza que tuvo en todo momento en el Señor, por quien se sintió siempre acompañado», dijo.
En tercer lugar, el obispo pidió a todos la oración por don Antonio: «Junto a nuestro recuerdo y nuestra gratitud, nuestra oración por su eterno descanso. Asociamos su muerte a la muerte y resurrección de Cristo en la eucaristía, que es siempre la acción de gracias al Padre por Jesucristo».
Para terminar, el obispo puso a don Antonio en manos de la Virgen, «bajo las advocaciones del Pilar y del Prado, a las que él rezaba cada día, para que lo reciba como madre y lo acompañe ante el Señor, para que, lleno de misericordia, el Padre lo reciba en su reino y don Antonio pueda gozar para siempre de la bienaventuranza eterna», pidió.
«Recuerdo, agradecimiento y oración, este es el sentido de celebrar hoy la misa pidiendo por el descanso de su alma», concluyó.