Este domingo celebramos el Domingo de la Palabra de Dios, la segunda vez que se celebra esta jornada establecida en el III Domingo del Tiempo Ordinario. Hablamos con Arcángel Moreno, delegado diocesano de Liturgia, para entender mejor el significado de este día desde el deseo del papa Francisco de que «haga crecer en el pueblo de Dios la familiaridad religiosa y asidua con la Sagrada Escritura, como el autor sagrado lo enseñaba ya en tiempos antiguos: esta Palabra «está muy cerca de ti: en tu corazón y en tu boca, para que la cumplas» (Dt 30,14).
En septiembre de 2019, el Papa instauró el Domingo de la Palabra, que se celebró por primera vez en enero de 2020. ¿Por qué un domingo especialmente dedicado a la Palabra de Dios?
Por la necesidad que tenemos todos de centrarnos en algo que es fundamental para la celebración de la eucaristía y la vida del creyente: la Palabra de Dios. El Papa ha querido insistir en ello en un contexto muy claro: la catequesis ha sido celebrada y el cristiano se acerca a «celebrar» la Palabra. Aquí adquiere especial resonancia y densidad.
Podríamos pensar en aquella asamblea de la sinagoga de Nazaret donde el que es la Palabra lee la Escritura. Jesús celebra el inicio de su ministerio en una sinagoga leyendo la Escritura
Podríamos pensar en aquella asamblea de la sinagoga de Nazaret donde el que es la Palabra lee la Escritura. Jesús celebra el inicio de su ministerio en una sinagoga leyendo la Escritura: «El Espíritu del Señor está sobre mi» (Is 61, 1). Podemos decir que invocación del Espíritu acompaña siempre la lectura de la Escritura e inspira su interpretación en la eucaristía. El Domingo de la Palabra nos requiere para un momento sacramental.
Por tanto, ¿cómo podemos participar cada uno de nosotros en este día?
Con elementos fáciles de tener en cuenta pero que necesitan atención: en la celebración, cuidando la escucha activa, la respuesta, el silencio, el afecto por la palabra recibida, la aclamación, celebrando la «Palabra que se hace carne» y me conduce a la alabanza y la comunión.
Desde otro punto de vista afectaría a la catequesis y el estudio o la lectura asidua de la Palabra.
¿Está presente de verdad la Palabra de Dios en nuestra Iglesia? Por ejemplo, ¿cómo cree nos afecta la Palabra a nuestra vida diaria?
La fe viene de la escucha de la Palabra. Es Cristo quien me habla y yo lo escucho. Es lo que provoca mi respuesta. Es difícil asimilar que tanta escucha de la Palabra parezca afectar tan poco a nuestra vida. Pero, cada día, hay más fieles que se preparan a la eucaristía leyendo los textos en casa y aceptando el desafío que supone escuchar la propuesta evangélica en nuestra vida. Hay demasiado cristianismo que da por supuesta la Palabra o la ignora, es una pena. De todas formas, por sus frutos los conoceréis.
Por último, ¿son aburridas las homilías porque no se explica bien la Palabra de Dios?
La fe viene de la escucha de la Palabra. Es Cristo quien me habla y yo lo escucho.
La homilía es la parte de la Liturgia de la Palabra que lleva al sacerdote a interpretar la Palabra en un contexto celebrativo. Nadie como los mismos fieles podrían ayudar a los sacerdotes a realizar bien este servicio.
Deberían ser comentarios sencillos, pegados a la Escritura y a la vida, para vincularnos a la comunión con Cristo, para que todos seamos uno, para edificar la Iglesia eucarísticamente. Lejos de moralismos, alarmismos, cuentecitos y lecturas entretenidas, la homilía sirve al sacramento para que el fiel celebre con una participación que toca la vida misma. Y esto es difícil a veces. Pero es un reto que fieles y sacerdotes profundicemos la Escritura y la estudiemos más abundantemente.
La homilía es la parte de la Liturgia de la Palabra que lleva al sacerdote a interpretar la Palabra en un contexto celebrativo. Nadie como los mismos fieles podrían ayudar a los sacerdotes a realizar bien este servicio.