El próximo miércoles, 22 de agosto, se cumplen ochenta y tres años del martirio del que fuera obispo prior de Ciudad Real, Narciso Estenaga, en 1936.
Estenaga fue beatificado en Roma, el 28 de octubre de 2007, junto a otros once mártires de nuestra Iglesia de Ciudad Real. Sus restos yacen ahora, junto a los de su secretario, Julio Melgar, martirizado junto a él, bajo el altar de la Catedral de Santa María del Prado. Desde los primeros siglos del cristianismo, el martirio se ha entendido como un grado máximo de seguimiento de Cristo. La configuración con la persona de Jesús lleva a los santos a entregar su vida, pero no solo como Jesús lo hizo, sino por Él.
Por esto, para la Iglesia de Ciudad Real es una gracia contar entre sus mártires con el pastor de la Diócesis, que no quiso dejar a su rebaño solo, sino que continuó en nuestra tierra dando su vida como el primero de los perseguidos: «Precisamente ahora que los lobos rugen alrededor del rebaño, el pastor no debe huir; mi obligación es permanecer aquí». Ese fue, y es, su legado episcopal: permanecer juntos a sus hijos y hermanos. No se trata de valentía sino de entrega, de fe y de testimonio. Además, unido al perdón hacia sus asesinos, convierten a Estenaga en un referente para siempre en nuestra Iglesia.
Todos los obispos fallecidos siéndolo de nuestra diócesis yacen en la Catedral, pero concretamente Estenaga, por rubricar con su sangre la fe que había profesado, descansa bajo el altar. En aquella beatificación celebrada en la plaza de San Pedro en Roma fueron también beatificados otros diez fieles de nuestra Iglesia, sacerdotes, seglares y religiosos. En total,se beatificaron cuatrocientos noventa y ocho mártires. Son ejemplos para todos del seguimiento de Cristo hasta el final, perdonando a los verdugos y convirtiéndose en semilla de nuevos cristianos. Detalle de la obra de Nati Cañada, que pintó al óleo los retratos de los doce obispos mártires del s. XX en España. Las obras se encuentran en la sede de la Conferencia Episcopal Española en Madrid Detalle de la cruz en El Piélago que recuerda el lugar en el que Mons. Estenaga y Julio Melgar sufrieron el martirio.
«Con cáliz de ácidos fieros
tu vino abrevarlos quiso
a nuestro obispo Narciso
y a sus santos compañeros,
ya dulces brindis señeros
en tu mesa martirial.
¡Cuánta gloria y bien del mal
que victimó a estos hermanos,
destilan, Señor, tus manos
para ágape universal».
Décima del sacerdote Juan Sánchez Trujillo
publicada con motivo de la beatificación.