En la tarde de ayer se celebró el funeral por los doce sacerdotes fallecidos sin misa corpore insepulto a causa del Estado de Alarma.
Aunque en realidad son más los fallecidos durante este tiempo, la celebración que tuvo lugar este 17 de junio en la catedral de Ciudad Real, fue por aquellos sacerdotes que murieron mientras no podían hacerse celebraciones en las iglesias.
En total, doce presbíteros, diez de ellos diocesanos, un marianista y un trinitario; por los que el obispo, don Gerardo Melgar, presidió la eucaristía. A la celebración acudieron algunos familiares de los difuntos, así como 33 sacerdotes que concelebraron junto al obispo.
Al comienzo de la celebración se encendió el cirio pascual, símbolo del cuerpo glorioso de Jesucristo, que nos recuerda la resurrección. Además, en el presbiterio se dispuso un evangeliario y una casulla, que se ponen sobre el féretro en los funerales de los sacerdotes, por la predicación de la Palabra de Dios que hicieron durante su vida y la encarnación de la Palabra en la vida presbiteral, como sacerdotes de Cristo.
Son seis símbolos y presencias que remitían a la entrega de la vida: el obispo, garante de la sucesión apostólica; el presbiterio, la compañía con la que fueron sacerdotes; el Pueblo de Dios, al que sirvieron; la Palabra que predicaron; la casulla como la forma en la que encarnaron la Palabra y el cirio pascual encendido, representando a Cristo resucitado, el principio, el camino y la meta de estos doce hombres.
«Vivieron su vida sabiendo que iban a encontrarse con el Señor después de la muerte»
En la homilía, don Gerardo expresó el pesar de la comunidad cristiana por la muerte de los sacerdotes: «La muerte de nuestros hermanos sacerdotes […] nos han roto a todos el corazón y, muy especialmente, a vosotros, queridos familiares». Como los miles de fallecidos, los sacerdotes muertos en este tiempo no «pudieron despedirse de sus seres más queridos. Y, nosotros, como presbiterio diocesano, tampoco pudimos darles nuestro último adiós», dijo el obispo, recordando el «vacío humano» que dejan las muertes. Por esto, explicó, se les rinde ahora «el mejor homenaje desde la fe», un homenaje de gratitud, la eucaristía, que «siempre tiene un valor universal».
«Vivieron su vida sabiendo que iban a encontrarse con el Señor después de la muerte». Esta fe les ayudó a preparar a otros y a prepararse a ellos mismos, con la certeza de que «la vida de quien que cree no termina, sino que se cambia en otra mucho mejor».
El desprendimiento y la renuncia «les pedían generosidad y dedicación a la tarea, para poner todo lo demás en segundo planto y poner el servicio al Señor y su misión en el centro de su vida»
El obispo también se refirió, en el recuerdo a los difuntos, a la respuesta generosa que dieron al Señor: «Aquí estoy, Señor, para hacer tu voluntad». La dedicación de la vida de los sacerdotes hizo que muchos más conocieran a Cristo, Él estuvo con ellos, pero ahora está de una manera más plena, gozando de su presencia, explicó don Gerardo. El desprendimiento y la renuncia «les pedían generosidad y dedicación a la tarea, para poner todo lo demás en segundo planto y poner el servicio al Señor y su misión en el centro de su vida». Por todo esto, explicó don Gerardo, «sabemos que su destino es la herencia de la vida eterna».
Para concluir, animó a todo el pueblo de Dios a rezar: «Vamos a seguir rezando, y vamos a hacerlo por nuestros hermanos sacerdotes fallecidos en este tiempo. Ellos trataron siempre de responder con fidelidad y generosidad a cuanto el Señor les pedía; pero también, como nosotros, eran pobres y débiles, por eso tiene sentido esto que estamos haciendo todos juntos: rezar por ellos».
Los sacerdotes por los que se celebró el funeral: