Hoy existen entre nosotros muchos cristianos empeñados en llevar una vida cristiana facilona y cómoda, huyendo de una vida cristiana que supone esfuerzo, renuncia, sacrificio a la hora de vivir la realidad de ser discípulos y seguidores del Señor.
Para estos que piensan así, en la vida cristiana vale todo y se puede ser cristiano a cualquier precio y de cualquier forma: desde quien recibió el bautismo y no se acordó más de Dios; quien se acuerda de Dios solo en acontecimientos muy importantes de su vida; quien ha hecho de la vida cristiana un cumplo y miento; quien quiere ser buen cristiano, pero vive totalmente anclado en los postulados de una sociedad materialista y con-sumista, hasta quien con fallos, pero siempre teniendo muy presente lo que Dios le pide y trata de ajustar su vida a las exigencias del evangelio. Para estos valen igualmente todos estos modelos. Todos son cristianos.
El domingo pasado Jesús nos recordaba que había venido a prender fuego en la tierra y, por lo mismo, pide a sus seguidores que se definan, pues para ser discípulo suyo no vale todo, ni cualquier forma de vida, sino que es necesario definirse e identificarse con un estilo de vida que Cristo presenta para sus discípulos.
En el evangelio de este domingo, el Señor nos habla de que para ser sus seguidores es necesario pasar por la puerta estrecha. Él es la puerta estrecha por la que hemos de entrar y su mensaje el que han de vivir sus seguidores para formar parte del rebaño de Cristo. Tanto Cristo como su mensaje piden a sus seguidores abnegación, renuncia y sacrificio, porque seguir a Cristo y ser su discípulo no resulta cómodo. Hay otras puertas más anchas, más cómodas. Son las que ofrece el mundo. Unas formas de vivir mundanas y cómodas que suponen solo seguir sus postulados mundanos.
Optar en nuestra vida por dos grandes amores: el amor a Dios sobre todas las cosas y el amor a los demás como mandamiento nuevo del Señor
Por eso, Jesús pide que nos definamos y seamos coherentes por la puerta por la que estamos dispuestos a entrar y seamos coherentes con la que hemos elegido. Si lo elegimos a él y su mensaje como modelo de vivir, necesariamente tendremos que optar en nuestra vida por dos grandes amores: el amor a Dios sobre todas las cosas y el amor a los demás como mandamiento nuevo del Señor. Ambos amores, que hemos de vivir necesariamente si queremos ser sus discípulos, piden abnegación, renuncia y sacrifico para vivirlos y desechar otros que no son esos dos grandes amores.
Jesús, a la pregunta de aquel que le pregunta que si son muchos los que se salvan no le contesta diciéndo¬le si van a ser muchos o pocos, simplemente le propone una forma, un estilo de vivir que da la salvación, que para vivirlos hemos de estar dispuestos a entrar por la puerta estrecha.
Vivir en esa actitud importante y fundamental de dejar que Dios entre en nuestra vida
El camino y el estilo de vida que Cristo nos propone, no es otro que vivir en esa actitud importante y fundamental de dejar que Dios entre en nuestra vida y ocupe el primer puesto como Dios que es y nos guie en todo momento y nos ayude para hacer de la voluntad y el plan de Dios nuestra norma principal de conducta y que el amor a los hermanos sea la enseña y la prueba de que seguimos a Jesús como discípulos suyos.
Hemos de asumir la oferta de Jesús a vivir el estilo de vida que Él nos ofrece, aunque para ello tengamos que pasar por la puerta estrecha. Dios nos regala la salvación, pero nos pide nuestra colaboración. Decía San Agustín que en la salvación no todo depende de nosotros, pero sí hay algo que depende de nosotros.
Que ese algo que hemos de poner de nuestra parte seamos capaces de hacer y seguro que obtendremos la salvación por la que pregunta aquel hombre que sale a preguntárselo a Cristo.
+ Gerardo