Jesús, lo primero que hace al comenzar su vida pública es elegir a aquellos que van a continuar su misión cuando él suba al Padre, los apóstoles.
A ellos los llama para una doble misión: para que estén con él y para enviarlos a predicar.
Estando con Él les va a enseñar todo lo que es importante para que lo vivan y se lo enseñen a los demás. Una de las cosas que les va a enseñar para que lo enseñen es que la tarea es mucha y los obreros pocos, que deben rogar al dueño de la mies para que envíe obreros a su mies (Cfr. Mt 9, 37-38).
Esta necesidad sigue siendo la misma hoy: la mies es mucha, es decir, la tarea es inmensa y cada día son menos los que están decididos a dedicar su vida a la tarea de la evangelización. Los obreros son pocos y hoy son más necesarios que en otros momentos porque nuestra sociedad se ha descristianizado y necesita que haya más personas que quieran entregar su vida al trabajo del Evangelio para extender el mensaje de Cristo a todos los pueblos.
El mensaje de este año del Dia del Seminario en España es este: «Padre, envíanos pastores». Envíanos pastores, sacerdotes que estén dispuestos a entregarse por entero al anuncio de Jesucristo, hombres de hoy que quieran hacerse eco de lo que Jesús encargó a sus apóstoles y entreguen su vida en exclusiva a la evangelización del mundo y de los seres humanos de este momento y de todos los pueblos.
La evangelización del mundo sigue necesitando personas creyentes, sacerdotes que quieran entregarse al anuncio del Evangelio como la vocación que llena su alma y su corazón.
Nuestros seminarios, cada día, están necesitando más urgentemente de jóvenes que se planteen su vocación, se pregunten y se respondan por la vocación sacerdotal. Porque Cristo sigue llamando hoy a hombres de nuestro pueblo, para que, entregando su vida, ayuden a vivir a los demás desde la fe, desde el mensaje de Cristo para que el Señor les pueda dar la salvación.
Nuestros pueblos quieren tener todos su sacerdote, que anime su fe y los ayude a vivir desde los criterios del Evangelio. Pero cada día es más difícil que haya sacerdotes para y en todos los pueblos, porque los seminaristas son cada día menos en nuestro seminario diocesano. Es más, nuestro seminario de Ciudad Real corre peligro, si no aumenta considerablemente el número de alumnos, de seguir como seminario diocesano y, si no es así, tendremos que mandar a nuestros seminaristas a otro seminario porque no son un número suficiente para seguir como seminario autónomo y diocesano.
Las vocaciones sacerdotales son tarea de todos
Para evitar este peligro que es real, si realmente esto nos importa, tenemos, en primer lugar, que rezar, pedir al dueño de la mies que envíe obreros a su mies, que suscite corazones generosos que se entreguen por entero a servir a los pueblos y parroquias como sacerdotes, evangelizadores que siembren la semilla del Evangelio, la cultiven y la ayuden a fructificar en el corazón de las personas actuales.
Además de rezar, tenemos que valorar positivamente la tarea y el trabajo de los sacerdotes, y no solo valorarlos cuando no los tengamos, valorando a los sacerdotes mismos y que, desde nuestra valoración, los animemos a entregar su vida por la causa de la evangelización y el Evangelio.
Y, además, debemos animar a los hijos, a los jóvenes de nuestras propias familias y de nuestras propias parroquias a que se planteen su vocación sin excluir nunca la vocación sacerdotal, sino preguntándose si tal vez Dios les puede estar llamando por eso camino.
Las vocaciones sacerdotales son tarea de todos: unos animándolas y pidiendo al Señor por ellas, y otros, planteándosela y siendo generosos y valientes para responder positivamente al Señor por este camino.
Que el Señor que nos dijo que debíamos rogar al Dueño de la mies para que envíe obreros a su mies, nos ayude a todos a hacer lo que dependa de nosotros, para buscar y animar las vocaciones sacerdotales en nuestra Iglesia, para que podamos tener en nuestras parroquias quien nos predique la palabra de Dios y anime y acompañe nuestra fe.
Oración por las vocaciones sacerdotales
Señor, tú nos dijiste
que rogásemos al Señor de la mies,
para que mandase trabajadores a su mies,
porque es mucho lo que hay que hacer
y pocos los que quieren entregar su vida
al servicio del anuncio a los demás,
de tu persona y de tu mensaje.
Concédenos pastores generosos
que empeñen su vida
en el cumplimiento de esta misión.
Concédenos pastores,
según tu corazón,
que, desde su palabra y su testimonio,
ayuden a descubrir a otros
que el anuncio del Evangelio
llena plenamente su vida.
Danos pastores comprometidos,
que se entreguen
a dar a conocer tu persona
y tu mensaje al mundo entero.
Danos pastores que, animados por ti,
sean verdaderos animadores
de la fe en los demás
y testigos de tu presencia en el mundo.
+ Gerardo
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