En aquel tiempo, Juan, que había oído en la cárcel las obras del Mesías, le mandó a preguntar por medio de sus discípulos: ¿Eres tú el que ha de venir o tenemos que esperar a otro? Jesús les respondió: Id a anunciar a Juan lo que estáis viendo y oyendo: los ciegos ven, y los inválidos andan; los leprosos quedan limpios, y los sordos oyen; los muertos resucitan, y a los pobres se les anuncia el Evangelio ¡Y dichoso el que no se escandalice de mí!
Al irse ellos, Jesús se puso a hablar a la gente sobre Juan: ¿Qué salisteis a contemplar en el desierto, una caña sacudida por el viento? ¿0 qué fuisteis a ver, un hombre vestido con lujo? Los que visten con lujo habitan en los palacios. Entonces, ¿a qué salisteis?, ¿a ver a un profeta? Sí, os digo, y más que profeta; él es de quien está escrito: Yo envío mi mensajero delante de ti, para que prepare el camino ante ti. Os aseguro que no ha nacido de mujer uno más grande que Juan, el Bautista; aunque el más pequeño en el reino de los cielos es más grande que él. Mateo 11, 2-11
La promesa, la esperanza, la espera, la experiencia de la presencia de Dios en el hombre provocan en el hombre un gozo desbordante: Se alegran los cielos y salta de júbilo la tierra… ante el Señor que viene” (Salmo 96) .El desierto y el yermo se regocijan, se alegran el páramo y la estepa, florece como flor de narciso, se alegra con gozo y alegría … Se despegan los ojos del ciego, los oídos del sordo se abren, salta como un ciervo el cojo, la lengua del mudo canta, y vuelven los rescatados del Señor... Vienen a Sión con cánticos: en cabeza alegría perpetua, siguiéndolos, gozo y alegría. Pena y aflicción se alejan” (Isaías 35, 1-10)
¡Qué alegría más desbordante ver el rostro de Dios inmanente y trascendido en todo y en todos! ¡Que gozoso y primaveral nuestro corazón liberado de sus lepras espirituales con el contacto de Dios y con Dios.¡Qué afinados y sensibles nuestros sordos oídos, abiertos por el que es y al que es la Palabra mejor dicha¡ ¡Qué saltarina y jubilosa la parálisis de nuestros pies encaminados tras las huellas del que es camino verdadero y vivo!. ¡Qué inefable la alegría de ver muertas nuestra muerte y resucitadas nuestras vidas con la presencia y en la presencia del Nacido de Dios y María y Renacido del sepulcro! ¡Qué exuberantes y satisfechas todas nuestras pobrezas de hombre con la íntima y fiel acogida y recepción de la Buena Noticia de quien siendo rico se hizo pobre para enriquecernos a todos! ¡Y Qué corazón más corazón el nuestro, que siendo de piedra lo hizo de carne y espíritu el Amado de Dios y el Amante impenitente de todos los hombres! ¡Así de efectiva, de eficaz, de transformadora es la presencia, la par-usía, del Interrogado por Juan, que vino en carne, que viene en gracia y que vendrá en gloria! ¡Así de gratuita, de grata, de gratificante, de graciosa, de agradable, de alegre es la venida y la llegada del que más radicalmente espera y necesitada cualquier nacido de mujer!
Así , algo así es la alegría del Dios humanado y humanizador de los hombres, a los que quiere colmados de abundancia y plenitud y para los que preparara una alegría completa, iniciada y sugerida en las mejores alegrías que aquí en el tiempo puede el hombre recibir y merecer, disfrutar y compartir. Alegría ésta, integral e integradora, apenas conocida por el mundo actual, que supone una profunda unificación del ser en la línea de su existencia según Dios. La mayor parte de los hombres buscan, en efecto, la alegría en la evasión, el sueño y el placer y aceptan una vida cotidiana sin relieve ni sentido…Los cristianos, en cambio, deben saber que la Buena Nueva de la salvación de Cristo, pasado, presente y porvenir de la humanidad, es un mensaje de alegría que ellos se gozan en vivirla , anunciarla y trasmitirla a los que se encuentran a su alrededor . Alegría extraordinariamente realista y que expresa su certeza, basada en la victoria de Cristo, de que el futuro de la humanidad se irá construyendo a través de dificultades y contradicciones aparentes. Y es que el mundo no es absurdo, ya que Dios lo ama; y el principio vital de su éxito se nos ha dado una vez por todas en Jesucristo.
Por todo ello, Estad siempre alegres en el Señor; os lo repito: estad alegres (Fil.4,4)
Por
Juan Sánchez Trujillo
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