Benito, abad, patrono de Europa

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    La vida de Benito se desarrolló en Italia, a finales del s.V y principios del s. VI. Nace en Nursia, Umbría, de familia acomodada. Por eso, pudo permitirse estudiar en Roma. Pero, al poco tiempo, decidió abandonar todo y agregarse a una comunidad de ascetas. Aunque tampoco se quedó mucho tiempo con ellos. Se trasladó hasta Subiaco, donde se retiró en un lugar solitario, una cueva, pasando de la vida eremítica. Allí funda doce pequeños monasterios, cada uno con doce monjes, y con un abad al frente. Benito, entre 525 y 530, se dirige a la montaña de Casinum. En este lugar, permanecería casi treinta años. Allí escribe la Regla que va a regir, desde entonces, a todos los Benedictinos (como se llamarán sus seguidores). En esa Regla, encontramos el resumen de toda vida del monje benedictino: «Ora et labora». Rezar y trabajar. Trabajo tanto manual como intelectual. Y, así, el monje, bien pertrechado por el trabajo, y equipado con una intensa vida de oración, se dedicará a predicar, a llevar el Evangelio por todo el mundo entonces conocido. 

    El Centro, el Norte y Oeste de Europa, principalmente, será el campo de acción de los monjes de san Benito. Toda la Alta Edad Media estará marcada por el influjo de los monasterios benedictinos. Todos ellos serán centros de oración, de culto, de estudio, de trabajo. 

    Gran parte de la cultura antigua greco-romana se hubiera perdido sin la paciente labor de copistas de los benedictinos. Y hasta muchas artes e industrias tendrán en esos monasterios su origen o, por lo menos, un especial aliento que las ayudará a desarrollarse. 

    Con razón podemos considerar a Benito como el Patrón de Europa. Él y sus monjes configurarán los rasgos más determinantes del hombre europeo. 

    Murió Benito a mediados del siglo VI. Su fiesta se celebra el 11 de julio. Listado completo de Santos