El amor sin ley

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En aquel tiempo, dijo Jesús a sus discípulos: No creáis que he venido a abolir la Ley y los profetas: no he venido a abolir, sino a dar plenitud. Os aseguro que antes pasarán el cielo y la tierra que deje de cumplirse hasta la última letra o tilde de la Ley. El que se salte uno sólo de los preceptos menos importantes, y se lo enseñe así a los hombres será el menos importante en el reino de los cielos. Pero quien los cumpla y enseñe será grande en el reino de los cielos. Os lo aseguro: Si no sois mejores que los escribas y fariseos, no entraréis en el reino de los cielos. Mateo 5, 17-37 

¿Pero es que hay alguien, a quien se le haya ocurrido pensar que he venido a abolir el Amor, Yo que soy el Amado indivorciable del Padre y el Amor impenitente, loco y “suicida”, de los hombres? ¿Yo, entonces, ateo y fratricida? ¿Yo, desdiciendo el Amor incontrolado de Dios a mi persona y a mis hermanos? ¿Yo, promoviéndome a la negación más demencial de mi propia identidad…? ¡Tamaña ocurrencia sería la mayor y más inaudita blasfemia que labios humanos pudieran escupir! 

¿O, acaso, sería mi Iglesia, la que ha dado pie en sus momentos bajos a tan descomunal calumnia? 

Eso sí. Si por Ley entendéis primar el sábado por encima del hombre, declaradme ahora mismo ilegal. Si por Ley entendéis poner cortapisas leguleyas a mi pasión por las personas, ya podéis ir echándome vuestros más puritanos cánones. Si por Ley entendéis domesticar y acoquinar a mis hermanos, solicito a favor de cada rostro singular pasar por anatema ante vuestros jueces. Si por Ley consideráis el vivir para Dios sin desvivirse por los hombres, consideradme inmoral. Si por Ley entendéis dar más importancia a los templos que a mis moradas de carne, consideradme sacrílego y profanado. Si por Ley entendéis los cumplimientos sociales y el cultivo de una imagen inmerecida, ya podéis hacer mi ficha de inadaptado social. Si por Ley entendéis vuestras injustas legalidades y vuestros formalismos insinceros, tenedme ya por rebelde. Si por Ley consideráis el hambre de medio mundo, llamadme ya subversivo del orden establecido. Si por Ley consideráis las declaraciones de guerra y los presupuestos bélicos, me declaro yo mismo revolucionario… 

Y es que no he venido a legitimar desamores, a mantener injusticias, a justificar mascaradas, a legalizar con corrección política homicidios, adulterios, detracciones escándalos, divorcios, juramentos, abortos.. Yo he venido a llevar la Ley, la Alianza, el Amor, a plenitud desbordada. Por eso, el que no ama y enseña a no amar, él mismo se declara apátrida de mi Reino, él mismo se excluye de Dios, él mismo se difumina como tal. En cambio el que, amante de la Verdad en el Amor, ama y enseña a amar , ése nominado adelantado del Reino, descubre con gozo y sorpresa que en su corazón de hijo y hermano está presente y amando el corazón de nuestro Padre común ¡Ése sí que merece carta de ciudadanía en la civilización del amor… ! 

Para que luego vengan los letrados y fariseos de turno diciendo que a cumplidores y fieles no hay quien les gane. ¡Como si obras fueran razones y “leyes” y no buenos y verdaderos amores! 

Por Juan Sánchez Trujillo Listado completo de Comentarios