Día del Seminario

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    Cerca de Dios y cerca  de los hombres”. Así reza el lema de la campaña del Seminario de este año.
    El sacerdote es un hombre que está cerca de Dios, es más, que lleva a Dios muy dentro de sí. El sacerdocio solo puede entenderse desde Dios y para Dios, es Dios quien llama y a Dios a quien respondemos. Pero el sacerdote es un hombre llamado de entre los hombres para entregar su vida al servicio de Dios y de los hermanos; para acercar a Dios a los hombres y a los hombres a Dios. 

    Por eso, al sacerdote se le pide una doble fidelidad: a Dios y al hombre; y, lleno de Dios, debe estar en medio de los hombres, con “olor a oveja”, como diría el papa Francisco, para conocer los problemas de los hombres e iluminarlos con la luz del evangelio.

    Cristo, una vez cumplida su misión en este mundo, y vuelto al Padre, deja la misma en manos de la Iglesia significada en los Apóstoles,  para que se encarguen de transmitirla al mundo entero.

    Por eso, Cristo a través de los siglos, ha seguido llamando a jóvenes al sacerdocio para que siga habiendo ministros que ayuden a acercarse a los hombres a Dios y a Dios a los hombres, ofreciéndoles la salvación que Cristo vino a traer al mundo.

    Necesitamos que siga habiendo sacerdotes en nuestra Iglesia y en nuestras comunidades cristianas. Necesitamos que Dios siga suscitando vocaciones al servicio de la misión que ha dejado en manos de la Iglesia entera, para que dicha misión se transmita de generación en generación y llegue así a todos los hombres

    Pero hoy, lo sabemos: los jóvenes tienen muchas dificultades para responder generosamente a esta misión, que exige entregar su vida a fondo perdido al servicio de Dios y de los hermanos.

    Frente a esta realidad, tenemos que reaccionar todos, no solo el Obispo cuando unas parroquias se quedan sin sacerdote y no encuentra recambio para ellas porque no hay a quien enviar.

    Las vocaciones sacerdotales deben ser una preocupación de toda la comunidad, una comunidad cristiana sin vocaciones es una comunidad estéril, una comunidad en la que está faltando algo fundamental.

    La promoción de las vocaciones sacerdotales debe ser cultivada por las familias, que siempre han sido el primer seminario de donde han surgido las vocaciones al sacerdocio. Si hoy este apoyo y ánimo por parte de las familias falta, está faltando un apoyo fundamental.

    La promoción vocacional debe ser un tema que no pueden saltarse los catequistas en la formación de los adolescentes y jóvenes para recibir el sacramento de la confirmación.

    Debe estar presente en cualquier trabajo pastoral con jóvenes, a los que tenemos que ayudar a plantear su vida como respuesta a lo que Dios pida de ellos.

    Las comunidades cristianas, con el aprecio y la valoración de la tarea sacerdotal, deben ser algo que anime a jóvenes a ponerse al servicio de Dios y de esa comunidad cristiana.

    Los sacerdotes hemos de promover las vocaciones sacerdotes desde un doble ángulo: A) desde nuestra vivencia gozosa de nuestro sacerdocio debemos ser estímulo y testimonio para tantos jóvenes que se puedan sentir llamados por Dios por este camino. Y B) haciendo abiertamente y sin miedo la propuesta vocacional explicita a algunos jóvenes a los que vemos con inquietudes, para que se lo piensen y lo maduren y puedan responder.

    Todos podemos cumplir con el deseo de Cristo cuando les decía a los Apóstoles: «La mies es mucha y los obreros son pocos, rogad al Dueño de la mies, que mande obreros a su mies».(Mt 9,37). Todos tenemos que rezar por las vocaciones al sacerdocio, para que el Señor que sigue llamando conceda la gracia necesaria a los que llama para que respondan generosamente. Pero también tenemos que ser capaces de hacer la propuesta vocacional explicita a los jóvenes y a las familias.

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