¿Quién es mi prójimo?

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    Ante la pregunta de aquel doctor de la ley, cuando Jesús le va diciendo lo que tiene que hacer para heredar la vida eterna, como el mejor de los pedagogos y para que lo entienda con claridad se lo va a explicar con un ejemplo, con una parábola: la parábola del «buen samaritano».  

    En el relato hay unos personajes. Cada uno en su propia situación:

    Un malherido. Iba de camino y ha caído en manos de unos bandidos, le han dado una paliza para robarle y ha quedado tendido en la cuneta de la vida. Se trata de un malherido, de un necesitado, cuya situación reclama de cualquiera que pase por allí que le ayude, que alguien le eche una mano.

    Unos personajes: por aquel camino en el que ha quedado tendido aquel hombre que había recibido la paliza, pasan distintos personajes que contemplan la situación, que ven al malherido, pero miran para otro lado y no hacen nada para ayudarlo, no les interesa. Allá él con su tema.

    Hay también alguien que responde a quien le necesita: este contempla la situación en la que ha quedado aquel hombre, y por humanidad se conmueve, se compromete, cura sus heridas; lo monta en su cabalgadura; lo lleva a la posada y encarga que lo cuiden. Además, el evangelio da más datos, este era un samaritano y el herido un judío, cuando los judíos y los samaritanos no se trataban, eran enemigos.

    Jesús le pregunta, quien se portó como su prójimo y aquel entendido de la ley le contestó: el que tuvo compasión de él y no le dejó allí sino que le atendió.

    Jesús entonces le dice: Vete y haz tú lo mismo.

    Esta misma estampa se sigue, desgraciadamente, repitiendo en nuestro mundo al pie de la letra:
    Nuestro mundo es un mundo insolidario. Nuestra sociedad es una sociedad egoísta. Encontramos hoy muy pocas personas que quieran complicarse la vida por nadie.

    En nuestro mundo actual sigue habiendo situaciones de necesidad, actitudes de insolidaridad con quien nos necesita, hombres tirados en la cuneta de la vida, personas necesitadas, que están extendiendo su mano para encontrar la mano amiga que les ayude.

    Estas personas y situaciones tienen un rostro: es el rostro del drogadicto, con mono en plena calle, es el rostro de quien se pasó bebiendo y ha caído en la acera, el rostro de mendigo medio muerto de frio, el rostro del herido por violencia callejera, el rostro del accidentado, el rostro de anciano desorientado que no sabe volver a la residencia.

    Rostros y rostros con sus manos extendidas esperando la otra mano amiga que les ayude.
    Muchos pasamos ante ellos y ni queremos enterarnos; otros nos enteramos pero no queremos complicarnos la existencia y miramos para otro lado; otros somos humanitarios y además somos creyentes y no podemos pasar de largo y les echamos una mano.

    ¿Cuál es mi postura personal ante las necesidades de los demás?

    Nuestra condición de creyentes en Jesús nos exige que cumplamos la palabra de Jesús: «Vete y haz tú lo mismo».

    Que ante las necesidades y necesitados que descubrimos en nuestro entorno seamos capaces de responder con generosidad, como pide nuestro amor a los demás y la dignidad de hijos de Dios que tienen todos, aunque tengan su cara desfigurada.

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