Señor mío y Dios mío

Hay determinados personajes bíblicos, con los que empatizamos fácilmente porque nos vemos bastante reflejados en sus actitudes.

• Nos cae simpático y cercano san Pedro, porque como nosotros, queriendo seguir de cerca al Señor, su debilidad le traiciona y le niega, pero cuando se da cuenta de su negación, le va seguir hasta entregar su vida por Él

• Empatizamos fácilmente con el personaje que el evangelio de este domingo nos ofrece: el apóstol Tomás.
Tomás no está cuando Jesús se aparece a los apóstoles reunidos y, cuando los demás le comunican que han visto al maestro, les da esa contestación: «Si no veo en sus manos la señal de sus clavos, si no meto mi dedo en el agujeros de sus clavos y mi mano en el costado, no creo». Cuando se deja encontrar por Jesús se rinde a su fe y exclama: «Señor mío y Dios mío», le reconoce como su único Señor y su único Dios al que va a entregar toda su vida a su servicio.

Cuántas veces nosotros no hemos pensado que nuestra vida de fe sería mucho más auténtica si viéramos a Cristo, pero nuestra fe no se transforma en la autenticidad de la suya cuando nos encontramos con Jesús, porque Jesús sale a nuestro encuentro a través de personas, de acontecimientos, y podemos reconocerle, pero no acabamos de confesarle en nuestra vida como nuestro único Dios y nuestro único Señor, porque en nuestra vida seguimos llenos de dudas, seguimos sin entregarnos solo a Él y queremos compaginar nuestra fe en Jesús con seguir los criterios del mundo en el que vivimos.

Santo Tomás nos representa a todos cuantos queremos tocar, palpar, comprobar, entenderlo y comprender todo lo que se refiere a lo sagrado. Pero tal vez nosotros nos quedamos en esa actitud no damos los pasos que pide el encuentro con Él en nuestra vida.

Tomás nos ofrece tres mensajes luminosos que debemos seguir nosotros en nuestra vida de fe y como seguidores de Jesús:

1. El deseo de experimentar por si mismo al Cristo resucitado, sin contentarse con el testimonio de los demás.

Es este un aspecto de nuestra fe en el que debemos imitar a santo Tomás. Tener el deseo ardiente de encontrarnos personalmente con Cristo resucitado, conscientes de que eso cambiará nuestra vida.

Hoy el problema de muchos de los hombres y mujeres actuales es que no existe ningún deseo de encontrarse con Jesús, pasan de ello, no lo valoran y son indiferentes. Nosotros, como dice el Papa, no podemos ser indiferentes a Dios, porque Él no es indiferente a nosotros sino que le importamos.

2. Otro mensaje que nos transmite Tomás es la confesión que sale de su corazón: «Señor mío y Dios mío». 
El reconocimiento de Dios como el único Señor de nuestra vida, que rige y dirige nuestra vida en todos los sentidos y no poner la fe en otros dioses o diosecillos a los que rendimos culto, como el dinero, dejando de rendírselo al verdadero Dios y Señor.

3. Y un tercer y último mensaje luminoso que nos transmite Tomás es la permanencia en el grupo, y es en el grupo de los seguidores de Cristo donde realmente se encuentra con el Cristo glorioso y resucitado.

Cuando a nosotros las cosas se nos vuelven oscuras, debemos permanecer fieles a lo que hacíamos cuando teníamos luz, es decir: permanecer viviendo desde los criterios y mensaje de Jesús, aunque nuestra fe esté pasando por un mal momento, porque solo desde ahí la luz volverá a brillar en nuestra vida, y desde ahí podremos descubrir que es un momento malo, pero que lo vivido anteriormente ha merecido la pena y volveremos a reavivarlo en nosotros.

Digámosle hoy al Señor con el corazón: «Señor mío y Dios mío», y reconozcámosle como nuestro único Dios y Señor, al que servimos y queremos servir cada día con más ganas y más autenticidad.

+ Gerardo Listado completo de Cartas