Celebramos en este domingo la festividad del Corpus Christi, el día del amor de Cristo entregado por nosotros y nuestra salvación. Cristo en la cruz entrega su cuerpo y sangre por nosotros, rescatándonos así del pecado a precio de dicha entrega.
La eucaristía es el memorial de la muerte y la resurrección de Cristo, es la celebración incruenta de la entrega del Señor a la muerte por nosotros y por la salvación de todos los hombres. Cada vez que la celebramos lo hacemos como misterio de nuestra fe, anunciando su muerte, proclamando su resurrección y pidiendo su segunda venida
La festividad del Corpus es la fecha también en que la Iglesia celebra el día de la Caridad. Una jornada que nos hace una llamada especial a vivir la caridad con los más necesitados de nuestra sociedad y la solidaridad con ellos.
Esta jornada de Cáritas nos invita a poner en ejercicio nuestro amor con los pobres y necesitados de nuestra sociedad, y nos llama a todos a un compromiso más generoso y solidario como creyentes y como hombres de buena voluntad, a favor de nuestros hermanos que sufren.
El paro, la falta de empleo está siendo, por desgracia, la dura, penosa y crujiente realidad, que golpea y daña la vida de tantas personas que están sufriendo las consecuencias del desempleo, tantas y tantas familias las que lo están pasando realmente mal porque no tienen ningún miembro trabajando.
La eucaristía pide un compromiso a favor de los pobres, de los necesitados, de los nos están tendiendo su mano en busca de ayuda, de solidaridad y de amor compartido. La unión con Cristo en la eucaristía es unión con todos los demás a los que él se entrega. El Catecismo de la Iglesia Católica, abunda en la misma insistencia: «Para recibir en la verdad el cuerpo y la sangre de Cristo entregados por nosotros, debemos reconocer a Cristo en los más pobres, nuestros hermanos» (CIC 1389).
No podemos participar en la eucaristía y ser indiferentes a que haya entre nosotros hermanos que sigan sin tener para vivir, hemos de ser solidarios con ellos aportando nuestro grano de arena.
Hemos de sentirnos llamados a concienciarnos de la penumbra económica de tantas familias, para compartir con ellos algo de lo nuestro, para solidarizarnos con ellos y desprendernos de eso que les ayudaría a ellos a lograr una vida más digna.
Una vez más somos llamados desde nuestra fe y desde la pobreza de los más necesitados a seguir siendo generosos, a sentir muy dentro de nosotros que gracias a nuestra solidaridad y generosidad otros pueden vivir un poco más dignamente.
La situación sigue siendo angustiosa para muchos hermanos nuestros que hoy no tienen posibilidades de ganar el pan de sus familias por no tener trabajo o porque se ha producido la ruptura de las mismas familias.
Desde aquí quiero hacer una llamada muy especial, a todos los cristianos y a todos los hombres y mujeres de buena voluntad, sensibles al dolor de sus semejantes, a que tomemos en serio y nos concienciemos de la situación de tantos hermanos nuestros que están atravesando esta dura situación; a que pongamos en ejercicio nuestro amor y seamos generosos y solidarios con todos cuantos sufren a nuestro lado y en nuestras propias familias.
Sepamos privarnos de algo nuestro y ofrezcamos esa ayuda a Cáritas para que gracias a nuestra caridad y generosidad esta institución de la Iglesia a través de la cual se canaliza la caridad de la Iglesia, pueda seguir socorriendo a tantas personas y familias que acuden diariamente a ella, en busca de lo más necesario para vivir.
La unión con Cristo en la eucaristía pide la unión con todos los «cristos» sufrientes que deambulan por nuestras calles y nuestro mundo, y el amor a todos los demás a los que Él se entrega.
Pongámonos en la situación de los necesitados y comprometámonos con ellos como nos gustaría que los demás se comprometieran con nosotros si fuéramos nosotros los necesitados. Tendamos la mano al hermano necesitado porque en la mano del hermano necesitado nos vamos a encontrar con la mano de Dios.
+ Gerardo
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