Mes de mayo, mes de María, mes de la madre

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    El mes de mayo nos habla de María, nuestra madre del cielo. Es el mes dedicado especialmente a honrarla y venerarla, a ponernos especialmente bajo su protección para que nos acompañe y nos asista en todo momento.

    Aunque es el mes de la madre del cielo, sin embargo su vida y su entrega nos hace recordar a nuestra madre de la tierra. La maternidad de María actualiza la maternidad de nuestra madre de la tierra y nos llena de gozo y alegría pensar en ella, quererla y agradecer cuanto hace y ha hecho por nosotros.

    Decir madre es decir entrega, generosidad, oblación y donación a fondo perdido al hijo y por el hijo.
    Cuánto saben las madres de esto. Cuánto saben de entrega sin esperar nada a cambio. Cuánto saben de sufrimientos por el hijo o la hija que salieron de casa hechos un pincel y vuelven de regreso hechos una piltrafa por el alcohol o las drogas. Cuánto saben de sufrimiento callado, de estar en silencio como María al pie de la cruz, acogiendo a su hijo, sufriendo con él y por él.

    La madre es esa persona que está siempre en el centro de la familia, sufriendo cuando alguien sufre y gozando cuando todos están alegres.

    La madre vive como nadie la preocupación de su embarazo, la salud y la enfermedad de los hijos, su educación, los problemas cuando los hijos son mayores. Ella está siempre ahí, en silencio, preocupada, guardándolo todo en su corazón, apoyando, comprendiendo, amando y queriendo en silencio, como hizo María con su Hijo y con los apóstoles que su Hijo le confío para que los cuidara y alentara.

    La madre es lo más grande que el Señor ha dado a los hijos, ella nos ha mimado, nos ha cuidado, lo ha dado todo por nosotros, sin esperar nada a cambio.

    En este mundo egoísta y materializado la maternidad no siempre es algo que llena la vida de una mujer. La maternidad, en algunos casos, en vez de considerarse como un don de Dios, puede vivirse como una desgracia en la que se ha caído.

    El hijo, en un mundo egoísta como el nuestro, no siempre es considerado como una bendición de Dios para la madre. En muchos casos se considera  como el enemigo incómodo que va a quitar libertad a la madre, que va a suponer un cambio total de vida. Algunas madres no están dispuestas a asumirlo y deciden eliminarlo de su vientre antes de que nazca.

    Perdona Señor a todas esas madres que, en un momento de ofuscación y de dificultad, decidieron que el hijo que llevaban en sus entrañas no debía seguir viviendo y lo mataron.

    Pero son muchas más, la mayoría, gracias a Dios, las madres que acogen con verdadero amor y entrega a su hijo, que le esperan con verdadero deseo para darle lo mejor de sí mismas.

    Gracias Señor por nuestras madres, por tantas madres que desde el amor, la generosidad y la entrega acogen llenas de gozo y de felicidad al hijo que llega, que esperan en la familia el regalo del hijo como lo mejor que puede sucederles como matrimonio.

    Es tanto lo que hemos recibido y recibimos de nuestras madres que ser hijo con relación a la madre es saber vivir, devolviendo un poco del mucho amor que se ha recibido de ella.

    Rindamos el mejor homenaje de amor a todas nuestras madres, porque se lo merecen todo, pongamos todo cuanto esté de nuestra parte para que sean felices y, cuando sean ancianas, acordémonos de lo mucho que se entregaron cuando más las necesitábamos, para que sepamos devolverles algo del mucho amor que ellas nos dieron.

    Que la madre de cielo interceda especialmente, en este mes dedicado a ella, por nuestras madres terrenales, para que si viven con nosotros aquí en la tierra sean y las hagamos  felices y si ya han muerto gocen para siempre de la felicidad eterna.

    ¡Feliz mes de la madre del cielo para todas vosotras, madres de la tierra!

    + Gerardo
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